Back Up Capítulo 3

Posted: by Foro in
0

repíteme otra vez por qué tengo que usar esto- dije avergonzada mientras bajaba las escaleras. Él soltó una pequeña carcajada dándome aún la espalda y siguió, cual decorador de interiores, tratando de crear el ambiente más decadente posible en mi sala. Tenía que admitirlo, las píldoras (que en realidad eran mis antihistamínicos), mi arma y la botella de alcohol le daban "cierto efecto".

-"Algunas caídas son el medio de levantarse a situaciones más felices"-respondió dándole una última mirada a su "creación"

-¿Shakespeare?

-por supuesto- dijo mientras se volteaba de mirarme de una vez.

Se produjo un silencio incómodo.

-¡¿Qué?!- exclamé a la defensiva al ver que sus ojos no se despegaban en de mí y de mi pijama y qué no decía palabra (lo que, por cierto, era algo inquietante)-¿algo está mal?

-no, nada. Muy…"convincente"- respondió algo turbado, mientras volvía a lo suyo.

Por unos momentos no entendí qué rayos sucedía, pero al ver un ligero rubor en su rostro tuve que contener las ganas de echarme a reír ¿Quién diría que el todopoderoso Patrick Jane se sonrojaría como un adolescente al ver una mujer en estas fachas? No era que mi camiseta del hockey fuese la cosa más reveladora del mundo, pero era comprensible siendo que esto era lo más desnuda que me había visto hasta ahora.

-no sabía que tu plan brillante incluía usar mi pijama favorito en tu presencia- dije burlonamente mientras me sentaba en el sillón otra vez. Molestar a Patrick Jane era una oportunidad que no se presentaba todos los días.

Él siguió acomodando cosas por unos segundos (seguramente hasta recuperar un poco la compostura) hasta que se detuvo y tuvo el valor de dirigirse a mí.

-supongo que puedo tomarlo como agradecimiento-dijo al fin. Yo ladeé la cabeza sin entender y él me dirigió una sonrisa triunfante-estoy seguro que Rigsby y Cho pagarían buen dinero por saber que usa la jefa para dormir.

Touché. Y de nuevo las cosas volvían a la normalidad. Yo estaba oficialmente avergonzada.

-¡no te atreverías!-murmuré desafiante

-puede que sí…puede que no- respondió haciéndose el inocente.

Lo fulminé con la mirada. No sabía si hacía esto porque estaba en su naturaleza ser un dolor en el trasero o porque estaba intentando distraerme para que no estuviese tan tensa en la siguiente etapa de su "plan brillante".

-bien, y ahora ¿qué sigue?- pregunté cruzándome de brazos y esperando instrucciones.

Hasta ahora se había negado a contarme el resto de lo que tenía que hacer. Lo único que me había dicho era que actuase como loca y lo había hecho (bastante bien si podía decirlo) para que Minelli enviase a Carmen.

-bueno, ahora sólo ha que esperar- respondió- supuestamente ahora tengo que ir a confirmar los miedos de Minelli diciendo que no has querido abrirme…

-¡no me refiero a eso!- interrumpí- quiero decir qué tengo que hacer yo ¡Jane! Sólo tenemos una oportunidad…-comencé a impacientarme, pero él me miró fijamente. De pronto muy serio.

-¿confías en mí cierto?- preguntó

-Jane- ya hemos tenido esta charla antes y…

-Nop. No me interrumpas… ¿Confías sí o no?

Dudé un poco, pero finalmente asentí. No sé cómo se las había arreglado, pero últimamente tenía la irritante habilidad de influenciarme sin que yo opusiese resistencia.

-¡Perfecto! Ese es el espíritu- dijo más animado. Alejando su rostro del mío- ahora sí que puedo decirte el resto del plan.

-no lo sé- dije una vez que había acabado. Él ladeó la cabeza, extrañado

-creí que adorarías la idea de apuntar a Carmen con tu arma-bromeó

Yo le di un pequeño golpe en el brazo y me puse de pie para comendar a dar vueltas por la sala.

-¿Cuál es el problema entonces, Lisbon? Creí que el asunto de la confianza estaba saldado…

-no es eso- respondí, dándole la espalda- no es que no confíe en ti…

-¿entonces…? ¡Oh! Ya veo. Te preocupa que tus dotes actorales no sea lo suficiente buenos para convencer a Carmen y pierdas la oportunidad de obtener su confesión.

Yo asentí otra vez, algo avergonzada. Generalmente él era el amo del escenario y yo sólo su asistente. Pero ahora las cosas se habían invertido y no estaba segura de que pudiese con ello.

-¡Vamos, Lisbon!- dijo parándose frente a mí y tratando de buscar mi mirada cabizbaja, como si yo fuese una niña pequeña en medio de un berrinche-. Es casi una ofensa que desconfíes de tus habilidades histriónicas cuando has tenido un maestro del fraude como yo. Lo harás bien.

-pero…-balbuceé otra vez. El problema era realmente que no sabía cómo sacar lo vulnerable y descontrolado en mí. Sí, por dentro era un desastre, pero eso siempre estaba oculto en el fondo de mi persona. No era como si pudiese traerlo de vuelta cuando quisiese.

-no te preocupes- dijo siguiendo en mis ojos mis pensamientos. Acarició suavemente mi antebrazo- si eres como yo, que trata de actuar racional y calmadamente todo el tiempo cuando en realidad por dentro está a punto de explotar…no será difícil perder el control por unos momentos en pro del espectáculo.

Levanté la mirada y me topé con una sonrisa llena de amargura. A veces olvidaba que su sonrisa era tan falsa como mi actitud fría y profesional.

Ambos nos quedamos envueltos en un silencio incómodo. Evitando mirarnos a toda costa, hasta que Jane decidió hablar otra vez.

-…o si lo que tienes es pánico escénico- comentó recobrando su tono despreocupado- siempre puedes recurrir a tu CD de las Spice Girls para relajarte. Digo, bailar alrededor del cuarto con tu música favorita es lo mejor para liberar esa clase de estrés.

Quedé consternada ¿Cómo rayos sabía…? De pronto sentí un pequeño apretón de su parte en mi antebrazo y recordé la respuesta.

-¡Jane!- fue todo lo que logré articular mientras mis mejillas se encendían, pero parecía que él no tenía intenciones de terminar con mi tortura y continuó.

-eso…o pensar en el chico nuevo del correo ¿En serio es tan atractivo?

-creo que es mejor que te vayas antes de que sea a ti a quien apunte con mi Glock- mascullé furiosa. Era la última vez que me dejaba hipnotizar por él ¿Quién sabía qué otras cosas podía averiguar de mí? Sonrió, seguramente satisfecho de sí mismo porque, a costa de mi dignidad, me había tranquilizado, o al menos hecho olvidar unos momentos mis inseguridades. Finalmente me dio un par de indicaciones más y se dispuso a marcharse.

-¿todo claro?- preguntó una vez en la puerta.

-eso creo

-lo harás bien. Bien, ahora me voy a hacer mi parte. Deséame suerte.

Puse los ojos en blanco. Mentirle a Minelli era su especialidad. No necesitaba suerte. Se despidió y yo me quedé viéndolo mientras se alejaba por el pasillo. Sin embargo, súbitamente se dio media vuelta y comenzó a caminar hacía mí otra vez. Como si hubiese olvidado algo.

-¿Qué sucede?- pregunté

-una última cosa. Un pequeño, pero muy importante detalle

-¿cuál?

-más bien es una pregunta- dijo haciéndose el desentendido- ¿Nadie sabe de nuestro acto de magia cierto?

-no, tú dijiste…

Ahora yo lo había entendido sin la necesidad de palabras. Ese "nadie" no era cualquiera. Tenía apellido y ese era Bosco. Alcé las cejas extrañada. No sabía por qué le preocupaba que le dijese. Era obvio de que no lo iba a incluir en una de sus locuras porque, primero, no se prestaría para algo así y, segundo, se odiaban y no tenía las ganas de hacer de niñera de ambos.

-no. Nadie sabe- le aseguré fingiendo inocencia.

-eso es bueno- asintió sonriendo más para sí mismo que para mí y se marchó casi sin despedirse, muy campante.

Entré en mi departamento aún algo desconcertada. Tenía la ligera sensación de que el problema no era que se supiese el plan en sí, sino "quién" lo supiese. Era como un niño pequeño que no quería compartir su juego favorito. Suspiré algo incómoda. Era comprensible que estuviese harto de que Bosco se metiera en su territorio. Primero Red John y ahora su cómplice preferido. No sé si me gustaba la idea de sentirme propiedad de alguien por el simple hecho de necesitar ayuda. Desde pequeña estaba acostumbrada a no depender de nadie para después no decepcionarme si nadie me tendía la mano o preocuparme después por devolvérsela. Pero la verdad es que por primera vez no me importaba, porque en realidad no dependía de él ni él de mí. Éramos simplemente un equipo y por ello el apoyo del otro. Sólo los dos aparentemente y no había espacio para un tercer. Sonreí al pensar en ello y comencé a buscar mi música de las Spice Girls. No era que la necesitase para calmarme. Sólo necesitaba algo para pasar el tiempo hasta que Carmen viniese…porque, aunque odiase admitirlo, gracias a Jane no había nada por lo que temer.


Autor : by PetitJ (AgenteJ)

0 comentarios: